Nos conocimos en una fiesta a la que, debo confesar, me escapé de mis papás para poder ir a Cocoyoc. Y qué bueno que lo hice, porque fue ahí donde vi por primera vez a Kiri. Desde el primer momento me pareció encantador, parecía un osito, de esos que te abrazan con solo mirarte. Me armé de valor y lo abordé. Platicamos, reímos, y sin darnos cuenta, estuvimos juntos toda la fiesta.
Después de aquel día, empezamos a salir. Fuimos a los toros, aunque Kiri no era muy fan. Aun así, fue conmigo, y me enterneció ver cómo le preguntaba a su mamá cómo iban las cosas mientras estábamos ahí. Seguimos como amigos un tiempo, compartiendo momentos y creciendo en cariño.
Un día, Kiri me dijo que iría a Acapulco, a la casa de su mamá, y la idea me encantó. Recuerdo que le pregunté a su mamá si le gustaba como nuera, y aunque al principio no me contestaba, un día me dijo que sí. Y ese “sí” fue el inicio de algo muy especial.
El 5 de febrero nos hicimos novios. A partir de ahí, comenzamos a construir nuestra historia con proyectos, viajes, aventuras y sobre todo, mucho amor. Viajamos durante un tiempo, disfrutando cada instante, hasta que un día, en el carrusel de Disney California, Kiri me dio un anillo de promesa de matrimonio. Fue un momento mágico, aun recuerdo como lo compro y no me di cuenta , supuse que estaba comprando dulces. Me sentí profundamente feliz de que él me eligiera como su compañera de vida.
Nuestra historia siguió creciendo con aún más fuerza, más sueños, más viajes… más amor. Hasta que llegó el 14 de enero de 2023, una fecha que quedará por siempre en mi corazón. Estábamos en París, y yo pensaba que era solo otro viaje más, pero frente a la Torre Eiffel, Kiri, con sus ojos llenos de amor, me sorprendió con un anillo de compromiso. Fue una de las escenas más tiernas y perfectas que he vivido.